EL PUEBLO EN ARMAS (Parte III: La Revolución Alcoy 1873)
Miguel Sancho Blanquer
era un obrero
del molino de papel
de Facundo Vitoria.
Fue acusado
por su patrón
de ser un líder
de la rebelión.
Con otros hombres
fue a Alcoi
a registrar las casas
buscando armas para sí.
Cuando volvió
a Cocentaina
le esperaba una fiesta
con música y algarabía.
Diez músicos de La Vieja
lo confirmaron
que tocaron la banda
para celebrar su acción.
La jaca de Francisco
es una fiel compañera
que lo lleva por las sombras
de la noche guerrillera
Francisco de Paula Sancho Blanquer
es un hombre de valor
que no se doblega ante nadie
que no respeta su honor
Junto a Severino Albarracín
forma un dúo sin igual
que va de barricada en barricada
para enfrentar al mal
La jaca de Francisco
es una estrella en la oscuridad
que brilla con la luna
y con la fuerza de la verdad
SANCHO BLANQUER, FRANCISCO DE PAULA: Papelero internacionalista, procesado por los sucesos de julio de 1873 en Alcoy. Fue detenido en mayo de 1875 cuando intentaba cruzar la frontera por Girona. Quedó en libertad condicional en marzo de 1878 y fue indultado el 28 de junio de 1881.
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SANCHO BLANQUER, MIGUEL: Papelero internacionalista de Cocentaina, procesado por los sucesos de julio de 1873. Fue acusado de dirigir el grupo de internacionalistas que se desplazaron hasta Alcoi para registrar viviendas en busca de armas. Por la declaración de diez músicos de La Vieja de Cocentaina, los internacionalistas contestanos organizaron a su vuelta una bienvenida con banda incluida. Indultado el 28 de junio de 1881.
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La corneta de Cerdán
Tadeo Cerdán "Corneta" que en la guerra luchó
y que en Alcoy se alzó con los obreros;
armado con su corneta y su fusil se lanzó
a sitiar el ayuntamiento donde estaban los burgueses.
Allí hizo sonar su corneta con tal vigor
que los que dentro estaban se creyeron
que eran las tropas de Alicante que venían en su favor
y que pronto acabarían con el cerco.
Pero el capitán Arnal pronto se dio cuenta
de que eran los sublevados; un guardia le avisó:
"No son las tropas,
son los rebeldes
que tocan a degüello".
Rochet
José Gisbert
tenía el pelo claro
y por eso le culparon
de estar en la barricada.
Le llamaban Rochet
o el Federal
y era sereno
en Alcoi ciudad.
Desde un subterráneo
donde se escondió
un guardia municipal
le delató.
Dijo que vio a Rochet
dando gritos; "bribones, pillos y ladrones"
entrando en una casa
con voces desentonadas.
José Gisbert huyó
con su mujer
pero no se olvidó
de su deber.
Volvió a pedir su paga
como sereno fiel
y allí admitió su culpa
sin ningún temor.
Ramón Llorens
era llamado
Senent por su apodo
de rebelde.
Se le acusó
del asesinato
del alcalde Albors
y de otros hechos.
Fue él quien lo halló
en su escondite
y lo sacó al balcón
para preguntar.
¿Lo queréis muerto o vivo?
gritó a la gente
que respondió que vivo
para juzgar.
Albors intentó
comprar su vida
y le dio dinero
a Ramón Llorens.
Él lo aceptó
pero no cumplió
y le empujó a la calle
sin compasión.
Pero no fue él
quien le disparó
fue otro grupo
que acabó con Albors.
Joaquín Cabanes
fue el responsable
de entrar en las casas
donde se ocultaban Albors y los suyos.
Se hizo con un retaco
del guardia Cortés
y con un reloj
del cadáver de Pedro Cort.
Después llevó el cuerpo
al hospital
y devolvió el arma
y el reloj.
Recibió a cambio
un duro y un napoleón
y se convirtió en agente
de la autoridad.
"Paciencia"
Francisco Blanes
era conocido
como Paciencia
por su apodo.
Fue el responsable
de dos incendios
y de otras tentativas
de quemar casas.
Tenía acceso
al petróleo
porque era el encargado
del alumbrado.
También le acusaron
de disparar
contra dos hombres
que se salvaron.
Uno de ellos
fue Juan Coderch
que declaró a favor
de Paciencia.
Dijo que no vio
quién le disparó
y que Albarracín
le protegió.
Manuel Morte
Manuel Morte
era conocido
como Valensiá
por su apodo.
Fue acusado
del homicidio
del alcalde Albors
y de otros delitos.
Con una piqueta
golpeó en el cuello
al municipal Canals
que se salvó por poco.
Con una bayoneta
pinchó a los guardias
que se escondían en la paja
en la casa de Elena Barceló.
Después de los hechos
fue nombrado guardia
y mantenido en el cargo
por Tomás Maestre.
Camilo Cremades
Camilo Cremades
fue un obrero
que trabajó en la fábrica
de José Juliá.
Fue despedido
por ser miembro
de la AIT
que quería cambiar.
En la insurrección
intentó quemar
la casa fábrica
de su antiguo amo.
Pero no logró
su objetivo
porque las perchas
eran de hierro.
Los empleados
se burlaron de él
y le llamaron burro
por su torpeza.
Fue acusado
de un incendio
y condenado a prisión
por muchos años.
El marido de la Cuatro Pelos
Acusado de matar a Albors,
el marido de la Cuatro Pelos
pasó tres años y ocho meses
en un presidio sin consuelo.
Nueve testigos le señalaron,
y él agradeció a Dios su muerte,
pero todo se vino abajo
cuando los guardias declararon.
Isidro Mullor y Francisco Herrera
dijeron que les salvó la vida,
y Joaquín Arnal de la guardia civil capitán,
que estaba escondido, dijo
que no pudo disparar a Albors.
De villano a héroe tras una temporada
a la sombra de la injusticia,
así fue la historia del marido
de la Cuatro Pelos, Tomás Moya.
El Mistero
Santiago Aura Soler, el Mistero,
fue un rebelde y un incendiario,
que pasó seis años y cuatro meses
en prisión por sus actos temerarios.
Amenazó e incendió la casa
del teniente alcalde Jayme Lluch,
que le acusó de ser el jefe
de los petrolistas sin pruebas ni luz.
También robó un revólver a Vitoria
y prendió fuego a la Juventud Católica,
pero no hizo más incendios
porque le convencieron con bebida alcohólica.
Así fue la vida del Mistero,
un hombre de acción y de fuego,
que dejó su huella en la historia
de Alcoy y de su movimiento obrero.
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Entre los procesados de los sucesos de Alcoi,
hubo uno al que apodaban:
El Cristo de Cocentaina
“..Que viva la revolución
que Jesucristo la manda.
La República federal
ha de ser la madre
en guiar a los cristianos
en las doctrinas de cristo
que fue el primer liberal..”.
fuente de este poema; Diego Fernández y EL EVANGELIO DEL OBRERO: Anarquismo y Espiritismo en Alcoy (alacantobrera.com)
La noche del petróleo
La noche del petróleofue una noche de fuego y de sangrede barricadas y de balasde gritos y de llamas.La noche del petróleofue una noche de valor y de rabiade lucha y de esperanzade sueños y de armas.La noche del petróleofue una noche de historia y de memoriade revolución y de gloriade Alcoy y de victoria.
PROCESADOS:
Los voluntarios de la milicia de la República que tenían
que ayudar a Albors; la mitad no aparecieron y la otra mitad
se unió a la revolución del pueblo:
núm. 12. Pedro Sempere Castelló (a) el Estudiante o (a) el Comediant
fue uno de los 22 miembros de la Milicia de Bocairent que se trasladaron
hasta Alcoi. Según el mando, por indicaciones del alcalde republicano de
la población. Pedro Sempere fue de los pocos que penetró en el casco urbano,
según declararon cuatro de sus compañeros también procesados (únicos
testimonios que le incriminan), pero volvió a salir tras quince minutos al
comprobar la situación y regresó a su pueblo, a 30 kilómetros
Núm. 260. Juan Bautista Mira Pastor encabezó el grupo de 22 voluntarios
que se trasladó desde Bocairent, once fueron detenidos por su supuesta
participación. Mira aseguró que como sargento encabezó las fuerzas que el
alcalde, Francisco Belda, le encomendó para “ponerse á disposición de los
voluntarios, tropa, ayuntamiento o los que defendiesen la República Federal”.
Una vez en Alcoi, les ordenó mantenerse a las afueras, mientras él se dirigía
a contribuir a la salvación del ayuntamiento, pero retrocedió porque recibió
una descarga de los propios dependientes del municipio. Y, tras pedir
explicaciones a Albarracín, regresó con los suyos a Bocairent.
BARRICADAS:
Núm. 183. Antonio Sánchez Lázaro (a) Datilero se hallaba armado y en defensa de la
barricada de la calle Casablanca, desde donde amedrantó con disparos al aire al hijo del Capellá cuando intentaba huir. Además participó en el registro de una casa en busca de contribuyentes, donde registraron el puchero. Llamado a testificar el acusado, cuando se encontraba cumpliendo con el servicio militar, quinto en el remplazo de 1874, declaró que todo era falso.
Núm. 29. Ramón Llorens Castañer cumplió cárcel por una curiosa disputa sobre un
arma. No quedó claro quién era el propietario y ante la duda los dos implicados,
presunto ladrón y propietario, acabaron entre rejas. En realidad, el problema estuvo en su propia confesión, donde aseguró que tuvo que montar guardia en la barricada de la calle de la Sardina para recuperar su arma.
Núm. 40. Que Joaquín Santacreu Juan participó en la insurrección parece probado.
Permaneció en la barricada que había junto al campanario. Pero de ahí a aseverar que
mató a José Bernabéu, como aseguraron varios tenientes de alcalde, hay un trecho.
Bernabéu, conserje de la comparsa carlista, hizo frente a los internacionalistas, revólver en mano, para intentar ayudar a los guardias cercados. En la refriega murió a manos de quienes se encontraban defendiendo la barricada. Semanas después, la viuda hizo averiguaciones. Declaró que la mujer de Nicolás Jordá, amo de la fábrica donde trabajaba Santacreu, le oyó decir que había ayudado a matarle.
Sin embargo, la mujer lo negó. La viuda le fue con el cuento a Nicolás Jordá, que
construyó graves acusaciones contra algunos de sus empleados. De Santacreu aseguró
que era de los más ardientes propagadores de la Internacional y que recaudaba entre sus empleados para “comprar media libra de polvora y otra media de plomo para matar á los Burgueses”. Por supuesto, dio por segura la versión que inventó la viuda y añadió que Santacreu se jactaba de tener manchas de sangre en las alpargatas.
Núm. 185. José Payá Botí (a) Teuler no negó la mayor parte de los cargos que se le
imputaron. Reconoció ser miembro de la Internacional, haber acompañado a Fombuena
para detener a algunos rehenes y permanecer en la barricada de la calle Horno del
Vidrio. En su confesión identificó a otro internacionalista: “Al hijo del sugeto que
Fombuena mandó conducir a la cárcel que también estaba en armas”.
Núm. 236. Francisco de Paula Sancho Blanquer también fue acusado por Vitoria, en
esta ocasión de ir montado en una jaca recorriendo las barricadas. Lo certificó otro
preso para librarse de la acusación. Además, una criada explicó que los insurrectos
allanaron la casa de su amo en busca de armas, pero su intercesión evitó males mayores: “Más diciéndole que no le hicieran daño pues era bueno para los pobres se retiraron sin quitar cosa alguna ni hacer daño de otra clase”
Núm. 97. José Gisbert Benavent (a) Rochet o (a) el Federal estuvo preso por su cabello claro. Todas las declaraciones en su contra, hasta seis, situaron a un rubio en la barricada de la calle Santo Tomás. Pero el testimonio que le terminó incriminando fue el del guardia municipal, Jayme Molla, que estando escondido en un subterráneo al que accedió por un butrón desde el ayuntamiento “oyeron á la muchedumbre alborotada que penetraba en la casa prorrumpiendo en voces desentonadas de mueran esos bribones, pillos y ladrones”327. No le imputó ningún delito, pero aseguró que Rochet, sereno en Alcoi, portaba una escopeta. Gisbert fue detenido en las cercanías de Alcoi, donde se refugió junto a su mujer. Cosa que no le impidió ir a reclamar el sueldo de esos días como vigilante, a la vez que confesaba su complicidad en el proceso.
Núm. 115. Bautista Pons Laliga (a) Graella presunto homicida de Pedro Cort y Baltasar Blanes, durante los sucesos estuvo encerrado en una habitación alta de su propia casa en la calle de San Agustín, desde la tarde del día 9 hasta la tarde del 10, según sus vecinas. Y, por lo tanto, “no es este procesado otro de los sediciosos que hacían fuego desde la casa esquina á la calle de Sto. Tomás á los Municipales” (que estaban en la torre de El Campanar).
Núm. 234. Tadeo Cerdán Bru (a) Corneta anduvo armado el día 10 por las calles de la
ciudad y participó del sitio del ayuntamiento. Pero el cargo más repetido fue que tocó el instrumento con que se le apodaba. Corneta primero en la guerra civil y después en la milicia nacional, siguió ejerciendo como tal entre los Voluntarios de la República. Hasta el propio capitán de la guardia que defendió la casa consistorial, Joaquín Arnal, recordó la corneta que confundieron con las tropas que venían en su auxilio, sin embargo, uno de los guardias le sacó de su error: “Mi Capitan no son las tropas de Alicante, son los sublevados que tocan a degüello”.
Núm. 145. Antonio Payá Nebot (a) Batallón hijo acumuló hasta seis testimonios en su contra por andar en armas y hacer de jefe de insurrectos en un retén a la salida de la ciudad, donde cobraba dos pesetas a quienes pretendían cruzar el puesto. El alcalde de barrio de San Sebastián le exoneró porque "le acompañó bastante y contribuyó a sacar de esta Ciudad a D. Eugenio Radúán, un importante industrial.
CUSTODIANDO LA CÁRCEL (MERCADO DE S. MATEO) DURANTE LA RECLUSIÓN DE LOS PRINCIPALES CONTRIBUYENTES:
Núm. 57. Hasta dieciséis personas situaron a Camilo Pascual (a) Pellerot en la cárcel,
montando guardia durante la reclusión de los principales contribuyentes. Él no lo negó,
sin embargo aseguró que custodiaba para evitarles maltratos y estuvo a su servicio
haciéndoles recados. Algunos de los rehenes así lo corroboraron, incluso aseguraron que
el reo manifestó cierto disgusto con Albarracín cuando este les exigió 50.000 duros. Lo
más interesante de su confesión fue que escoltó a una comisión de rehenes a reunirse
con Albarracín y Fombuena, con la intención de trasladar a Albors un acuerdo para
levantar el sitio a cambio de dinero. Sorprende que Pellerot fuese nombrado guardia
municipal tras la insurrección y en octubre de 1873 lo siguiese siendo.
Núm. 175. Rafael Balaguer Cortell (a) Nano fue acusado por el Alcaide de la cárcel de
hacer guardia en ella durante la insurrección. El carcelero reconoció al acusado al
ingresar en presidio, por tanto el testimonio es posterior a su detención. Pero Nano no
pudo defender su inocencia porque murió dos años después en el penal de Alicante.
En esta foto se puede ver la garita de vigilancia en la puerta de la glorieta mirando hacia la prisión de S. Mateo
DETENCIÓN DEL ALCALDE ALBORS EN EL REGISTRO DE LA CASA DE ELENA BARCELÓ Y RAFAEL LALIGA EN LA C/SAN LORENZO:
Núm. 207. Antonio Matarredona Gosalbez (a) Colet entró en casa de Elena Barceló,
donde se escondía Albors. El capitán de la guardia civil entregó a Colet un reloj de oro,
según el atestado “en premio del interés que mostró por salvar la vida a dicho capitán y
á los guardias á sus órdenes”322. Pero a pesar de esta declaración, Colet no se libró de la cárcel. El preso devolvió el reloj a su dueño tras recibir ocho duros de gratificación.
Núm. 7. Ramón Llorens Soler (a) Senent, acusado del asesinato de Albors, de otro
frustrado y de varias lesiones graves, fue quien descubrió al alcalde en su escondite.
Tras capturar a Albors, se asomó a un balcón y preguntó si lo querían muerto o vivo.
Contestaron que vivo y Agustín intentó pagar por su vida. Llorens cogió el dinero que le
entregaba “al que dijo que si le podía salvar le salvaría”333. Pero faltó a su palabra y le empujó hacia la calle desde la escalera, aunque no formó parte del grupo que le disparó.
Núm. 9. Joaquín Cabanes Bernabéu fue responsable de irrumpir en las casas de Elena
Barceló y Rafael Lalila, donde se escondían Albors y los suyos. En el asalto se hizo con
un retaco del guardia José Cortés. Después trasladó el cuerpo sin vida de Pedro Cort al
hospital y sustrajo del cadáver un reloj de bolsillo. En septiembre, decidió devolver el
arma a su dueño y el reloj al hermano del fallecido: “Recibiendo del mismo un duro y
un napeleon”. Todas estas peripecias posteriores las llevó a cabo como agente de la
autoridad. En el sumario se le atribuyeron los asesinatos de Pedro Cort, Agustín Albors
y Baltasar Blanes, además de robo y lesiones graves y leves a varios guardias.
Núm. 73. Manuel Morte Santamaría (a) Valensiá fue acusado del homicidio de Agustín
Albors y del asesinato frustrado del municipal José Canals, a quien propinó un golpe en
el cuello con una piqueta. Además de lesiones a otros guardias porque Valensiá entró en
la casa de Elena Barceló y pinchando con una bayoneta les obligó a salir del montón de
paja. Manuel será nombrado guardia municipal después de los acontecimientos y
mantenido en el cargo por Tomás Maestre hasta su detención.
Núm. 202. Acusado del asesinato de Agustín Albors, Tomás Esteve Moya (a) marido
de la Cuatro Pelos pasó un mínimo de tres años y ocho meses en presidio. La
imputación parecía sólida, sustentada en nueve testigos, incluso al preso se le oyó dar
gracias a Dios por la muerte de Albors. Sin embargo, todo se vino abajo cuando la
defensa hizo testificar a los guardias. De hecho, los municipales Isidro Mullor y
Francisco Herrera, además de exculparlo, aseguraron que les salvó la vida. De villano a
héroe tras pasar una buena temporada a la sombra. Y Joaquín Arnal, que también estaba
escondido, añadió que el marido de la Cuatro Pelos no pudo disparar a Albors porque
cuando “oyó los tiros que pusieron fin á la vida de D. Agustín Albors estaba al lado del
declarante este procesado en el piso alto de la casa de Doña Elena Barceló”.
ACUSADOS DE LA MUERTE DE ALBORS:
Núm. 2. A Antonio Carbonell Calderón (a) Tuerto de Cantona se le imputaron todo tipo
de delitos. Seis asesinatos, lesiones y robos. Multitud de testimonios le situaron en el
meollo de los acontecimientos. Pero cuando llamaron a declarar al testigo clave, para
que se ratificase, este explicó que el humo, el polvo y la multitud le impidieron ver con
claridad y, por lo tanto, no pudo asegurar si se encontraba o no Antonio Carbonell
“aunque le pareció verlo, no pudiendo tampoco asegurar si tomó ó no parte en los
delitos de asesinato de Don Carmelo García y Don Agustín Albors”.
Núm. 36. Rafael Verdú Miralles (a) Gordito también cumplió condena por la muerte de
Albors. Ocho años y dos meses acumulaba en 1882. Sin embargo, testigos de la defensa
(entre ellos el guarda de una partida rural) lo situaban entre las 9 y las 12 de la mañana
muy lejos de Alcoi: “Comiendo junto a su mujer en la masía de Tomás Sanjuán, a siete
cuartos de hora de la Ciudad” y “en la ermita de San Antonio distante unos tres cuartos
de hora de esta ciudad (…) á las doce de la misma mañana”.
Núm. 211. También Rafael Miralles Ferrando (a) Gabia fue sospechoso de los asesinatos de Albors y Carmelo García. Pero cuando los testigos tuvieron que ratificar su declaración uno dijo que no vio al procesado disparar arma alguna, otro alude al humo, el polvo y la multitud de gente que le impidieron distinguir a los homicidas y el tercero “que el declarante no vió que Rafael Miralles Ferrando (a) Gabia diera muerte á Don Carmelo García, lo cual oyó decir como cosa pública ignorando á quien”. Cosa pública que le costó a Gabia un presidio de siete años y dos meses.
PETROLISTAS:
Núm. 225. Bernardo Gras Gómez negó todos los cargos, a pesar de reconocer que tomó
una carabina corta para abrirse paso hasta casa de su madre. Pero se le acusó de pasear
con un carro con vasijas de petróleo poco antes de arder un comercio, y la testigo
“aunque no presenció el acto material de incendiarlo presume lo haría dicho grupo”.
Núm. 15. Francisco Blanes Reig (a) Paciencia fue aparentemente el responsable de dos
incendios y varias tentativas, incluida la de la casa donde sirvió como criado. Acceso al
petróleo tuvo porque era el encargado de encender el alumbrado. También le acusaron de disparar contra dos hombres. Uno de ellos, Juan Bautista Coderch hizo una declaración en descargo del líder de la Internacional. Salió a la calle a pedir auxilio al ver que ardía la puerta de su casa y se acercó Albarracín a protegerle, fue entonces cuando “un sugeto dirijió un disparo en dirección á la puerta cuyo proyectil pasó muy cerca del testigo”.
Núm. 63. Miguel Aleyxandre Sanjuán (a) Tuerto del Rural fue víctima de su
fanfarronería. Varios testigos aseguraron haber presenciado como el Tuerto del Rural
rociaba con líquido las puertas de varias casas colindantes al ayuntamiento, pero nadie
vio que prendiese fuego a las viviendas. De lo que sí fue culpable sin atenuantes, es de
celebrar la muerte de Albors. El Rural echó sobre el mostrador para que bebieran todos
los presentes y se vanaglorió de vengarse de Albors como, por otra parte, “lo digeron
otros 200 revoltosos que habían entrado en la taberna”.
Núm. 152. En 1882 Camilo Cremades Planelles había cumplido ya 6 años y 8 meses de
prisión, acusado de un único incendio. O mejor dicho, del intento de prender fuego a la
casa fábrica de su amo D. José Juliá, para quien trabajó hasta ser despedido poco antes
de la insurrección. Cesado posiblemente por ser miembro de la AIT, ya que se hallaba
en malas relaciones por pertenecer a la Internacional. Los daños fueron menores porque
no se interrumpió la producción y los empleados comentaron “que burro habrá sido el
que ha intentado quemar las perchas siendo de hierro”.
Núm. 270. Santiago Aura Soler (a) el Mistero cumplió en prisión 6 años y 4 meses por
amenazas e incendios. Su peor delito fue prender fuego a la casa del teniente alcalde,
Jayme Lluch. Este le acusó de ser el Jefe de los “petrolistas” y, aunque hablaba de
oídas, reconoció que ante sus suplicas el Mistero le ayudó a apagar el fuego. Facundo
Vitoria le acusó de robarle un revolver que meses después le devolvió y de prender
fuego al edificio en que se hallaba establecida la Juventud Católica. No provocó más
incendios, porque el hijo del dueño de la prensa le convenció de lo contrario y a cambio
le convidó a vino y aguardiente. Las amenazas proferidas por Aura a Camilo Payá,
quince días después de los sucesos, fueron “porque le habían dicho que el que depone
había declarado contra él, manifestándole que esto tendría un mal resultado”345. Sin
duda, un resultado desastroso, especialmente para el Mistero.
REGISTROS EN LAS CASAS DE LOS PRINICPALES CONTRIBUYENTES EN BUSCA DE ARMAS Y REHENES:
Núm. 60. Angelino Marsell Reig (a) Clavel tomó parte en la insurrección según la
comisión de ediles habitual. Además, un industrial le acusó de intentar clavarle un puñal
“que no le produjo el menor daño porque procuró con ligereza evitar los golpes”, cuando se presentaron en su casa una turba de 4 ó 5 muchachos.
Núm. 100. A Tadeo Pascual Blanco (a) Pellerot le acusó un único vecino de la calle San
Nicolau de pasearse con un hacha en la mano. Dedujo el inculpador que debió ser con
ella con la que echaron varias puertas abajo “según ha oído decir de público”.
Núm. 146. Andrés Beltrán Agulló fue acusado de portar un sable, forzar una puerta a
hachazos y encabezar un grupo de forasteros que entró en busca de armas en una casa.
De su confesión solo se pudo deducir que permaneció en una barricada y los testigos de la acusación reconocieron en un careo que Beltrán permaneció en la puerta, mientras
otros robaban una caja de música y un reloj de bolsillo.
Núm. 25. José Valls Pérez (a) Espaseta según “la opinión pública”316 fue uno de los
jefes de la insurrección porque fue visto entrar y salir de varias casas.
Núm. 231. José Hipólito Santamaría (a) Pau, quien tuvo la desdicha de ser reconocido por una paisana que trabajaba como criada en una de las casas donde entraron en busca de armas. En su defensa asegura que “el motivo de haber venido dicha tarde á esta Ciudad fue por haber sabido de público que iban á resolver las cuestiones de jornales con los fabricantes”.
Núm. 226. Facundo Vitoria, que fue presidente del Círculo Industrial Alcoy,
encabezó la acusación contra José Visent Cardona (a) Boticha y otros internacionalistas
de Cocentaina. Según el sumario, dos centenares de internacionalistas se trasladaron a
Alcoi a instancias de Fombuena. Y, aleccionados por Francisco Tomás, requisaron
armas y exigieron una contribución económica. Quienes se negaron fueron detenidos y
llevados a la cárcel y en algunas casas se registraron pequeños hurtos
Núm. 243. Miguel Sancho Blanquer también trabajaba para Facundo vitoria, quien le
incriminó aunque se hallaba ausente, pero lo supo por las personas que se hallaban
presentes. Vecino de Cocentaina, fue acusado de dirigir el grupo de internacionalistas
que se desplazaron hasta Alcoi para registrar las viviendas adineradas en busca de
armas. Por la declaración de diez músicos de La Vieja de Cocentaina supieron que tras
sus hazañas, los internacionalistas contestanos organizaron a su vuelta una bienvenida
con banda incluida: “Le dijeron que fuera con ellos pues iban á esperar el grupo de
internacionalistas que venia de Alcoy, y tenia que tocar la música”.
Núm. 256. Joaquín Domenech Albors (a) Coll, también vecino de Cocentaina, acudió
en ayuda de sus correligionarios alcoyanos, aunque él aseguró que fue en busca de su
hermana. Vitoria “aunque se hallaba ausente (…) sabe con referencia á diferentes
conductos” quienes de sus trabajadores participaron en la revuelta, tras recabar
información en el pueblo. El mayor delito de Coll fue sustraer una caja de música que
dándole cuerda la enseñaba a todo el mundo.
Fuentes;
Alcoi, julio de 1873 (wordpress.com)
Los obreros presos se contaban por cientos en las cárceles locales y en el castillo de Alicante, mientras “los que trabajan en los talleres, salen cabizbajos y sin atreverse a levantar el polvo que pueda ofender a los señores” (El Condenado, 29/11/1873).
Vitoria recobró el ánimo en enero de 1874 y declaró voluntariamente durante el proceso seguido contra los revoltosos, si bien en el momento de los hechos se encontraba refugiado en La Vila Joiosa, a más de cincuenta kilómetros. Acusó, de oídas, a tirios y troyanos: “Aunque el testigo se hallaba ausente lo sabe en referencia a las personas que se hallaban presentes”.
Depuso él, dos de sus hijos e incluso sus criados. A la vista de su declaración, el juez de primera instancia declaró procesados y decretó prisión para un total de cien acusados.
El testigo no recordó nombre y apellidos de todos ellos, pero esto no fue óbice para que
terminasen con sus huesos en la cárcel. Algunas de las referencias de su declaración fueron realmente curiosas:
Un cantero apodado “Miñonet” (…) un peón de albañil que trabajaba con el Galera (…)
un tal Carmelo, hijo de un tabernero (…) un papelero llamado Tomás (…) uno de Muro
que tenía una hermana en Cocentaina que se llamaba Teresa (…) el Zurdo, de Beniarrés
(…) el Pintad de Agres (…) un tal Catarro de Benilloba (…) un joven que trabajaba en la
máquina de Benilloba (…) otro alto que lo verificaba en la de Terol (…) el que jugaba a
las bolas en la calle del Carmen (…) el apodado Diamante (…) dos albañiles de Albaida,
de 22 y 44 años (…) uno grueso que habitaba en la calle San Miguel (…) un barbero que
vivía al lado del almacén de aguardiente que regentaba la Guapa (…) un tal Pepet el
Socarrat (…) un hijo de la Colla (…) Santiago, casado con una de Callosa (…) un hijo
del datilero de la calle Casablanca (…) un pintor llamado Gabriel (…) uno con bigotes
rubios de 30 años (…) José el Milhomens, el Cristo de Cocentaina. y así hasta un centenar de afortunados.
Joaquín Doménech sustrajo una caja de música “que dándole cuerda la enseñaba a todo el
mundo y que él mismo decía la había robado a una señorita de Alcoy”.
Francisco de Paula Sancho iba “recorriendo el primero las barricadas montado con una jaca como ayudante de Albarracín”.
Hacía referencia a Severino Albarracín, máximo dirigente de la AIT en España
desde el Congreso de Córdoba y líder de la insurrección. Quizás la cercanía al cabecilla fuese un agravante.
La mayoría de sus antiguos empleados fueron acusados lisa y llanamente de trasladarse a Alcoi a instancia de Vicente Fombuena, líder comarcal, miembro de la dirección de la Internacional en España e introductor del movimiento anarquista Alcoi y Cocentaina. Una vez allí fueron aleccionados por Francisco Tomás, secretario del exterior de la Comisión Federal de la FRE, que los distribuyó en varias puertas requisaron armas en las casas de la burguesía y exigieron una contribución económica para socorrer a los hermanos. Siempre según la delación, quienes se negaron fueron detenidos y llevados a la cárcel. De nada sirvió que negasen las acusaciones:
“El motivo de haber venido dicha tarde a esta Ciudad fue por haber sabido de público que iban a resolver las cuestiones de jornales con los fabricantes”.7
Pero, sin duda, lo que más debió doler a Vitoria fue la exhibición del triunfo. Por la declaración de diez músicos nos enteramos que, tras sus hazañas en la ciudad vecina, los internacionalistas contestanos organizaron a su vuelta una bienvenida con banda de música incluida. Los intérpretes, que también fueron imputados, declararon haber sido obligados:
“Le dijeron que fuera con ellos pues iban a esperar el grupo de internacionalistas que
venía de Alcoy, y tenía que tocar la música, a lo que se resistió el que declara; pero
temeroso de que le hicieran algún daño por lo mucho que les incomodó su resistencia no
tuvo más remedio que obedecer”.
No se limitó el empresario, ante el juez instructor, a ejercer su noble obligación de auxiliar a la justicia en la ardua tarea de identificar ladrones de cajitas musicales. Acompañado de la documentación pertinente, también aprovechó para denunciar las amenazas recibidas desde abril durante la huelga. El juez publicó un auto donde constató acciones ilegales, amenazas y correspondencias anónimas, pero “fueron cometidos en ajena jurisdicción por comisiones internacionalistas que funcionaban en la expresada Villa de Cocentayna, en periodos distintos y anteriores al hecho de autos”, aunque cometidos casualmente por los mismos sujetos que se hallaban comprometidos en la causa.
La utopía en el banquillo de los acusados: la legitimidad de la AIT a través del proceso judicial a huelguistas de Cocentaina (País Valencià) en los años 1870 (ua.es)
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